Mi historia con la pastelería no comenzó en una gran cocina. Comenzó cuando era niña, mirando vitrinas de postres que no podía comprar, pero que me hacían soñar. Siempre me fascinó el color, el olor y la textura de los dulces. Sin embargo, crecí en un entorno donde el machismo marcaba cada rincón de mi vida. Desde pequeña tuve que trabajar junto a mis hermanos para salir adelante, aprendiendo a ser fuerte y a callar.